jueves, 2 de noviembre de 2017

NUESTRA VIDA EN LA BORGOÑA ( 2017 )


LOS VIÑEDOS Y LAS DISPUTAS FAMILIARES


PAÍS: Francia ( 2017 )
TÍTULO ORIGINAL: Ce qui nous lie
DIRECCIÓN: Cédric Klapisch
LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 4 de Septiembre de 1961, Neuilly-sur-Seine ( Francia )
INTÉRPRETES: Pio Marmaï, Ana Girardot, François Civil, Jean-Marc Roulot, María Valverde, Karidja Toure, Yamée Couture, Florence Pernel, Eric Caravaca, Jean-Marie Winling, Tewfik Jallab
GUIONISTAS: Santiago Amigorena, Cédric Klapisch
FOTOGRAFÍA: Alexis Kavyrchine
MÚSICA: Loïc Dury, Christophe Minck
GÉNERO: Drama
PRODUCCIÓN: Ce Qui Me Meut Motion Pictures, StudioCanal, France 2 Cinéma, Canal+, France Télévisions, Ciné+, Région Bourgogne-Franche-Comté, Centre National de la Cinématographie
DISTRIBUIDORAS EN ESPAÑA: Wanda Films, Avalón Distribución
DURACIÓN: 113 minutos



SINOPSIS:
Hace diez años, Jean dejó atrás a su familia y su Borgoña natal para dar la vuelta al mundo. Al enterarse de la inminente muerte de su padre, regresa a la tierra de su infancia. Allí se reencuentra con sus hermanos, Juliette y Jérémie. Desde la muerte de su padre al comienzo de la vendimia, y en el espacio de un año al compás de las estaciones, estos tres jóvenes adultos recuperarán su fraternidad, evolucionando y madurando al mismo tiempo que el vino que producen.
 ( Fuente sinopsis: Wanda Visión )
 ( Fuente cartel e imágenes: Avalon Distribución )
 ( Fuentes información de la película: Filmaffinity, IMDb )


CRÍTICA:
El nuevo largometraje de Cédric Klapisch es una mezcla de géneros, al igual que sus anteriores trabajos, y ha vuelto a intentar dirigir una historia amable, dirigida a un público medio que no busque historias complejas poniendo sobre la mesa elementos de comedia, otros más románticos y algunas dramáticos, pero que adolece de profundidad y que no funciona en ninguno de los géneros, terminando por aburrir, al menos a un servidor, en sus casi dos horas de metraje, y que mantiene el pulso por algunas escenas aisladas, por las conversaciones sobre el mundo del vino y los viñedos y sobre todo por la presencia de una de las mejores intérpretes jóvenes del cine francés, Ana Girardot. 
Por lo demás la película ofrece pocas cosas interesantes, ya que es bastante plana, no funciona en las escenas de humor y tiene un guión bastante mejorable y un mal montaje, ya que no juega bien con los tiempos de la película, alargando algunas escenas de manera innecesaria y presentando unos flashbacks innecesarios y mal contados. 


El punto de partida es la reunión de 3 hermanos en la casa familiar en la región de la Borgoña, después de la muerte de su padre. Juliette seguía viviendo allí y estaba al frente de los viñedos, mientras que Jérémie regresa de otra ciudad francesa mientras que Jean vuelve de Australia después de 10 años de ausencia. Hay un tema sobre la mesa que tienen que debatir y llegar a un acuerdo, el dilema de si vender o no la finca familiar y los viñedos. El asunto parece interesante y hay que reconocer que la primera media hora está bastante bien, con la llegada de los personajes a la casa familiar y la presentación de los personajes, pero según pasan los minutos y se tienen que desarrollar los temas importantes, y al mismo tiempo mostrar la vida diaria para mantener a flote los viñedos y las bodegas, se estanca en situaciones más alegres que pretenden hacer reír, pero que me aburrieron y no aportan nada a la resolución de la historia. 
A nivel interpretativo ni Pio Marmaï, el que hace de Jean, el hermano que estaba viviendo en Australia, y François Civil, en el papel de Jérémie, no están bien, ya que son unos intérpretes que no trasmiten nada y que no están a la altura de Ana Girardot cuando tienen que debatir temas de mayor carga dramática. 


La española María Valverde vuelve a aparecer en una película extranjera, en este caso en una producción francesa a diferencia de " The limehouse Golem ( 2016 ) " y " Ali & Nino ( 2016 ) ", dos cintas británicas estrenadas el pasado mes de Septiembre. En esta ocasión su papel es mucho más pequeño que en las propuestas citadas anteriormente, y aparece en la segunda mitad hablando en inglés, ya que es la pareja de Jean con la que vive en Australia. La actriz española cumple en sus pocas apariciones, estando por encima de los dos intérpretes masculinos, aunque se podía haber sacado algo más de su personaje. 
Los otros aspectos más destacados son la fotografía de Alexis Kavyrchine que capta muy bien la amplitud de esos amplios terrenos con viñedos, y tiene varios momentos en donde muestra de manera acertada el paso del tiempo en el mismo lugar, normalmente en escenas de interiores, jugando con la luz y la cámara fija. Las canciones transmiten alegría y emocionan más que las conversaciones de esta película que podía haber sido más interesante con un mejor desarrollo de la trama y de los personajes, pero que estoy seguro que gustará al público menos exigente dispuesto a no tener que pensar mucho viendo una película.


LO MEJOR: La fotografía.
LO PEOR: El guión y el montaje.

CRÍTICAS EN BLOGS ESPECIALIZADOS:

Santi Abad en Habladecine

Pedro de Frutos en El Ónfalos

Alain Garrido en My Sofa

Sonia Barroso en Faces on the box


PODCASTS:



 

DÍAS DE CINE:
ENTREVISTA AL DIRECTOR:
Después de Nueva vida en Nueva York, una película urbana rodada en Nueva York, ¿ por qué quisiste hacer Nuestra vida en la Borgoña, una película sobre el terruño ?
Lo cierto es que estuve a punto de hacer esta cinta antes de Nueva vida en Nueva York. Tenía ganas de hacer una película sobre el vino desde 2010. Ese año, me puse en contacto con algunos viticultores que conocía. Nunca había estado en una vendimia y sentía curiosidad por ver cómo era.
Me dije, sin saber muy bien por qué, que podía ser el tema de una película. Y Jean-Marc Roulot me dejó que hiciera fotos durante su vendimia. Después, me dije que tenía que observar atentamente el cambio que experimentan los paisajes con el paso de las estaciones.
Durante los seis meses siguientes, hice viajes de ida y vuelta a Borgoña para encontrar un árbol. Ese árbol ideal que pudiese contar el paso del tiempo y el ciclo de las estaciones. Me encontré con Michel Baudoin, un fotógrafo que conocía los viñedos de Borgoña. Fue él quien me ayudó a documentarme. Al final elegimos dos cerezos: uno en Meursault y otro en Pommard. Después tuvimos que encontrar el encuadre adecuado, el buen objetivo, y la hora adecuada para fotografiarlos. Michel aceptó el reto y durante un año fue a fotografiar cada semana estos dos árboles y siempre a la misma hora... Cada vez, hacía una foto y grababa una película de un minuto. De esa forma hizo 52 fotos/planos de estos dos árboles en medio de los viñedos.
Me pareció que había material para hacer una película. En 2011, volví a la vendimia, pero a diferencia del año anterior, estaba nublado, había llovido mucho y las uvas no eran nada bonitas. Comprendí hasta qué punto el mundo del vino estaba ligado a los caprichos de la meteorología.
Al final, ese mismo año de 2011 decidí rodar Nueva vida en Nueva York porque a Bruno Levy [productor] y a mí nos pareció que era un buen momento para los actores, casi 10 años después de Las Muñecas Rusas...
Tres años más tarde, cuando terminé Nueva vida en Nueva York, me dije que quizás debía retomar esta película sobre el vino.
Lo más curioso es que durante los tres años que dediqué a Nueva vida en Nueva York, granizó todos los años en Borgoña y las cosechas se echaron a perder. De hecho, no se podría haber hecho la película durante ese período.



¿ Qué es el vino para ti ?
No es necesario irse por las ramas, para mí, el vino es mi padre. Me familiaricé con el vino gracias a mi padre que prácticamente sólo bebe Borgoña. Cuando empecé a beber (a los 17 o 18 años) me hacía catar sus vinos... Así que aprendí gracias a él. Hasta hace poco, nos llevaba a Borgoña a mis hermanas y a mí para hacer catas en las bodegas. Era un ritual que tenía lugar una vez cada dos años aproximadamente... A los 23 años estaba estudiando en Nueva York y fui camarero en un restaurante francés. Éramos unos quince camareros y me di cuenta de que era el único que podía aconsejar un vino. Los camareros norteamericanos me preguntaban: "Pero, ¿cómo te las arreglas para distinguir entre un Côte-du-Rhône y un Burdeos?”. En ese momento me di cuenta que el vino era una cultura... En literatura, todo el mundo sabe que hay que leer para conocer y diferenciar ideas y autores. En el vino, hay que beber para identificar el origen y distinguir los sabores...
Sabía que era mi padre quien me había transmitido la cultura del vino y el interés por la Borgoña. Así que siempre asocié el vino con la idea de la transmisión. Sabía por intuición que si quería hacer una película sobre el vino era porque quería hablar de la familia. Lo que se hereda de los padres, lo que se transmite a los hijos.
Para mí, la elección de Borgoña era evidente, a pesar de que había "descubierto" otras zonas, en especial Burdeos. En Borgoña, las explotaciones suelen ser más familiares. En Burdeos, las superficies son mucho mayores y casi todos los viñedos están industrializados hasta el punto de que a veces los gestionan grandes grupos financieros. La problemática de la película habría sido completamente diferente.
En cierto modo, escoger otra región vitivinícola francesa (Alsacia, Languedoc, Côtes-du-Rhône, Beaujolais, etc.) habría dado lugar a temáticas diferentes...


La familia suele estar presente en tus películas. Sin embargo, esta es la primera vez que filmas la naturaleza...
Es muy extraño, porque me di cuenta de ese hecho cuando estaba rodando en medio de los viñedos. Hasta entonces no me había dado cuenta de que solo había hecho películas en ciudades. Antes de Nuestra vida en la Borgoña, sólo había filmado a gente en calles y edificios... Ya fuera en París, Londres, San Petersburgo, Barcelona o Nueva York, siempre hacía la misma película. Siempre intentaba identificar la relación entre una ciudad en particular y la psicología de la gente. Pero esta vez, después de 11 películas, necesitaba cambiar, hacer algo diferente y volcarme en la naturaleza...
No puedo estar un año en París sin ir al campo o al mar. Y en esta ocasión sentí la necesidad de
filmar algo que no había filmado nunca. Esa necesidad de naturaleza se convirtió en algo más fuerte que yo. No sé si está relacionado con la edad, pero lo cierto es que va a la par de cierto cambio sociológico.
La relación de la gente de la ciudad con la agricultura o la comida está cambiando. No se trata sólo de una moda. La gente de la ciudad siente una necesidad imperiosa de mitigar los límites entre ciudad y campo. El documental Mañana refleja muy bien ese tema.
El hecho de que gran parte de nuestra vida discurra en un mundo virtual nos llevar a querer establecer una relación concreta con las cosas. Es muy probable que estemos hartos de la distancia que impone la virtualidad. Hay un interés nuevo por la cocina (y el vino), que para mí significa un regreso a las cosas más directas o más esenciales.




Nuestra vida en la Borgoña aborda muchos temas diferentes...como el del vino. ¿ Qué hay en una copa de vino ?
Hay una región concreta, es decir la combinación de un clima en particular, de sol, de lluvia, de una geología del suelo. Cada elemento dará un olor, un sabor, una densidad particular a ese vino.
También hay elementos relacionados con la intervención humana, la elección del tipo de viticultura, los métodos de vinificación. Es fascinante ver que en Meursault hay un centenar de propietarios diferentes y también hay un centenar de maneras de "interpretar" esa región. Un viticultor estampa su firma en una botella y lo mismo hace un director estampando su firma en una película. Hay una idea de autoría. Es lo mismo que hay en una copa de vino... Ese tipo de complejidad. Hay tiempo y espacio, historia y geografía. La unión del hombre y la naturaleza. Era fundamental que la película contara todo eso... Es un mundo muy sofisticado.
Por eso tenía ganas de hablar de vino. La película narra la elaboración del vino durante un año. Al mismo tiempo, se cuentan 10 años de la vida de una familia de viticultores. Intento relacionar ambas cosas. Narrar los ciclos de la naturaleza y las etapas en la evolución de tres individuos. Primero somos niños, luego adultos, luego padres... ¿ Se pueden comparar esos cambios humanos, esas etapas de la vida con las estaciones de la naturaleza ?


En Nuestra vida en la Borgoña, no solo has filmado la naturaleza, sino también las estaciones... 
Tuvimos que convencer a Bruno Levy de rodar durante todo un año. Como productor, él habría preferido que el rodaje se llevara a cabo durante dos temporadas, no cuatro. Pero le dije que no funcionaría, que había que respetar todo el ciclo de la naturaleza. No se podía hacer trampas porque los maravillosos colores del otoño sólo duran 15 días. Hay que rodar durante todo ese periodo, de lo contrario es imposible. Lo mismo ocurre con la vendimia: solo se sabe con dos semanas de antelación cuándo va a tener lugar, y en un viñedo como él de Jean-Marc Roulot, dura una semana o 10 días los años buenos. Solo se puede filmar a Ana pisando la uva en las cubas durante cuatro o cinco días. Volvimos a rodar un día en enero porque había nevado... Y ocurre lo mismo en primavera: los árboles frutales sólo tienen flores durante una semana... La vid solo da esas hojas grandes y verdes durante tres semanas... Toda la película se hizo a la inversa: en lugar de decidir nosotros las fechas, fue la naturaleza la que decidió el calendario de rodaje.

En Nuestra vida en la Borgoña, te has vuelto a encontrar con tu compañero de escritura, Santiago Amigorena. ¿ Qué tal fue el reencuentro ?
Hacía 15 años que no trabajábamos juntos. Empezamos juntos con Le Péril Jeune y la última vez fue en Ni a favor ni en contra (sino todo lo contrario). No quería escribir una película sobre el vino yo solo. De hecho, me reuní con expertos en vino con la idea de escribir con ellos...
Después, me dije, ¿por qué elegir a un extraño si tengo un amigo de infancia que conoce muy bien el vino? Santiago acababa de producir Resistencia Natural, un documental sobre el vino de Jonathan Nossiter. Le gusta tanto el vino como a mí, conoce a gente como Alix de Montille o Jean-Marc Roulot... Así que era lógico que trabajara conmigo en este tema. Y volver a encontrarnos fue una gran alegría. La película lo exigía, esa la idea de que las cosas mejoran con el tiempo es importante. Es cierto en el caso del vino, pero también en la amistad.


El espectador se hubiera podido sentir perdido en el magma del lenguaje especializado, de todas esas técnicas relacionadas con la viticultura. ¿ Te preocupaba ese tema cuando escribías el guión ?
Desde luego. Santiago y yo compartimos una cultura del vino, pero comprendimos enseguida que no podríamos hacer esta película sin la colaboración de alguien que conociera Borgoña mucho mejor que nosotros.
Para escribir esta película, tuvimos que descubrir y profundizar en miles de cosas. Y la persona perfecta era Jean-Marc Roulot con quien había ido a hacer fotos en 2010 y que había sido extremadamente acogedor y receptivo. Trabajar con él ha sido muy importante: él siempre releía los borradores del guión, corregía frases de "parisinos", y nos sumergió en la realidad del mundo agrícola actual explicándonos las diferencias entre la Etiqueta Bio y biodinámica, entre el vino natural y el tradicional. Él, junto con otros viticultores de Borgoña, nos habló en profundidad de todo lo que preocupa al mundo agrícola actual. Ese cajón de sastre donde cabe toda la agricultura oficial, los problemas notariales específicos de la Borgoña, etc.
Sin embargo, a veces, cuando Jean-Marc traducía a la lengua habitual del viticultor, yo tenía que volver a traducirlo al lenguaje universal. Cuando en un diálogo Juliette dice: "il a fait sa malo très vite cette année", sólo un 10% de los franceses saben lo que significa. Aunque mantuvimos esa frase, la rodeé de elementos que permiten comprender que Juliette habla de una etapa de la vinificación. Ya tuve que hacer ese trabajo de traducción en Ma Part Du Gâteau, con relación al lenguaje de las finanzas. Debemos aceptar que hay cosas que no comprendemos porque se trata de términos técnicos de una profesión muy concreta, pero otras veces es necesario traducir. Así que hay que escoger en cada frase el lado didáctico y comprensible y la realidad del lenguaje de la gente de este sector.


¿ Intentaste mantener un equilibrio entre las estaciones cuando escribías el guión ?
Sí. Ese también fue uno de los problemas del montaje. Al final no se parecía tanto, pero sí que lo era en el guión. Fue increíble ver la similitud entre la historia narrativa y la historia de la naturaleza. Y el invierno fue la estación más perjudicada. Tuvimos que tirar a la basura un montón de escenas. En esta película, el invierno es una sala de espera, así que en el montaje nos dimos cuenta de que esa "espera" dura tanto como las temporadas altas. Así que tuvimos que prescindir del invierno.


¿ Y el equilibrio entre los personajes ? ¿ Cómo surgió la idea de los hermanos ?
Ocurrió muy pronto. En 2010 yo ya tenía en mente una idea que le conté a Romain Duris: la historia de una relación entre un padre que iba a cumplir 70 años con un hijo de 40. Pero cuando empecé a abordar el tema, me dije que quería algo que estuviera más cerca de la infancia. Quería hablar de la transición a la edad adulta. Así que automáticamente reduje la edad de los personajes. Y partimos de la idea de dos hermanos y una hermana. Puede que fuera para invertir la relación porque en la vida real yo tengo dos hermanas y soy el único chico. Para construir esa relación entre hermanos, me basé, como hago a menudo, en los actores con los que quería rodar. Acababa de conocer a Pio Marmaï y pensé que sería perfecto para este papel porque tenía la edad ideal. Acababa de trabajar con François Civil y pensé que Pio y él harían unos hermanos muy creíbles. A partir de ahí, busqué a la actriz que pudiera encajar con ellos. Para ser sincero, ya tenía en mente a Ana Girardot, pero aun así vi a un montón de actrices para estar seguro de que no me equivocaba. ¡Necesitaba una chica con suficiente personalidad para sobrevivir con estos dos tipos tan masculinos! Y Ana era la mejor con diferencia. Así que al final me quedé con los tres actores que quería. Fue genial ver que los tres se llevaban tan bien, casi como hermanos. Es increíble. Y llegó un momento en el que se hicieron con el control de la película. Al principio era más bien la historia de Jean/Pio Marmaï. Y después, con el paso de las estaciones, cuando Santiago y yo reescribíamos el guión, se convirtió en la historia de los tres hermanos. Sus relaciones eran tan maravillosas que se apoderaron de la película. Creo que Santiago y yo nos convertimos en los narradores de lo que ocurría ante nosotros. Dejamos que el tiempo participara en la elaboración de la historia.


¿ Fue fácil conseguir que los actores estuvieran disponibles todo un año ?
Si. En realidad, es como una serie de televisión, salvo que en vez de decirles que se les contrata para tres temporadas, les dices que vamos a rodar la vendimia a finales de agosto-primeros de septiembre; después en otoño, hacia finales de octubre, cuando las hojas son de color amarillo-rojizo; en invierno en Diciembre-Enero; y después en primavera, en mayo o junio. De hecho, es como si hubieran hecho cuatro rodajes distintos. Y estuvieron de acuerdo cuando les dijimos que tenían que estar disponibles tres semanas durante esos cuatro periodos. Fue bastante fácil, sobre todo porque Ana, Pio y François estaban entusiasmados con la idea de participar en esta película. Creo que por esa razón rechazaron otras películas o consiguieron encajar otros proyectos en los momentos en los que no rodábamos...



¿ Qué te atrajo de Ana Girardot ?
Dudé en contratar a Ana en Ma Part Du Gâteau. A pesar de que la hice pasar un casting, me pareció natural elegirla para Nuestra vida en la Borgoña...
Sabía que era una gran actriz y que debía aprovechar la ocasión... Pude comprobar durante el rodaje de Nuestra vida en la Borgoña que no he había equivocado. Ana es una actriz que tiene un potencial enorme. Es una mujer que puede hacer comedia, ser glamurosa o sencilla. En este caso encarna a una viticultora pero si le pones unos pantalones cortos y le pides que conduzca un tractor, a pesar de su lado glamuroso, no parece una modelo que "hace como que conduce" un tractor. Tiene un abanico interpretativo increíble: en los momentos emotivos, en los cómicos, en su relación con los hombres... Es maravilloso ver la relación que tiene con sus dos hermanos, cómo se enfrenta a la masculinidad. El ADN de este personaje está vinculado a esa problemática: ¿cómo sobrevive una chica tan femenina en un mundo de hombres? Y lo hizo maravillosamente bien. Ana ha estudiado en Estados Unidos. Le gusta el naturalismo y ese “dejarse llevar” muy francés, pero también tiene un lado muy “pro” y domina la técnica americana. Y confieso que la mezcla de ambas cosas es un espectáculo digno de verse.


Y ¿ qué nos puedes decir de Pio Marmaï, que parece haber nacido para hacer este papel ?
Pio es lo que se denomina un actor "nato" y, al igual que Ana, es evidente que todavía no ha desarrollado todo su potencial. Con su lado de chico guapo, puede interpretar "el yerno ideal", el tipo guay, simpático y entrañable con el que todos podemos identificarnos. Pero también quería sacar ese lado rebelde, oscuro o loco que también tiene.
Quería que la gente sintiera que le hierve la sangre... En la película tiene un lado inestable. Es un adulto joven que está abierto a todo porque todavía no sabe lo que quiere. Aún no se ha encontrado a sí mismo. Ese lado "en movimiento" me gusta muchísimo. Pero también tiene un lado muy sólido y "firme”. Además, quería que aprovechara su aspecto de hombre grande y fuerte que hace que cuando arranca un terrón de tierra, parece algo natural.


François Civil está fantástico en la escena en la que se pelea con su padrastro sin terminar nunca las frases. ¿ Estaba escrita así o fue una improvisación del actor ?
Estaba muy elaborada en el guión, pero era difícil interpretarla debido a que no deja de balbucear. No logra terminar ninguna frase. Cuando se me ocurrió esa escena le dije a Santiago: "Estaría bien que se pelease con su padrastro retrocediendo”. Empezamos a escribir la escena como si fuera una partida de ping pong entre Santiago y yo. Y el juego consistía en no terminar ninguna frase. Pero había que saber hasta dónde podíamos llegar, comprender dónde iba a parar su razonamiento, a pesar de que parezca que salta de un tema a otro: habla de su hermano, habla de sí mismo, del café que se ha tomado... Fue muy difícil de interpretar porque François no podía entrar en una lógica coherente, en un encadenamiento rítmico de palabras. Tenía que ser siempre sincopado. Es una escena que ha sido muy difícil de montar. Tuvimos que hacer que el lado "inacabado" pareciera algo acabado. Fue difícil, pero creo que lo conseguimos... Gracias a la magnífica interpretación de François, a la relación con Jean- Marie Winling que le ayuda mucho interpretando una especie de payaso blanco, y por supuesto al montaje. La montadora, Anne-Sophie Bion, supo encontrar el elemento orgánico que hace que la escena no resida solo en las palabras, sino también en las actitudes. Manejar todo eso es tremendamente delicado. Hay que hilar muy fino. Y como siempre ocurre en estos casos, funciona cuando intentas ser literal y serio, no cuando intentas hacer reír. François Civil tiene esa rara habilidad de mezclar técnica e intuición. Es lo que se denomina precisión...


 ¿ Y resultó fácil decirle a un viticultor que los actores tenían que moverse libremente por su viñedo ? 
Creo que esta película no habría sido posible sin Jean-Marc Roulot. Tiene la doble cultura, es actor y viticultor. Así que sabe lo que es un rodaje. Para él, era una oportunidad increíble. Nos dijo: “Es la primera vez que hago una película en la que consigo mezclar mis dos vidas". ¡Hizo esta película mientras vendimiaba! Le encantó que la gente con la que lleva trabajando hace 30 años viera cómo era su otra profesión. Pero creo que en un primer momento no comprendió la intensidad de la aventura... ¡Cuando accedió a que rodáramos en su viñedo no sabía que iba a ser una experiencia personal tan fuerte!

¿ Cómo os conocisteis ?
En el casting de Rien Du Tout, mi primer largometraje. Yo tenía 30 años y ya iba a Borgoña a comprar vino... Al final del casting, Jean-Marc me dijo que también era viticultor en Meursault. No le contrataron para la película, pero tres meses después, cuando estaba en Borgoña, fui a comprarle vino. Y desde entonces soy cliente suyo... ¡Jean-Marc y yo nos reímos mucho de que le diera un papel 25 años después de que aquel casting!


¿ El hecho de tener esa " doble cultura " refuerza la autenticidad ? 
Él ha hecho cosas que no se le pueden pedir a un actor. De hecho, fue quien nos explicó lo que teníamos que hacer. En muchas ocasiones el proceso era el inverso, como si se tratara de un documental. Por ejemplo, en la secuencia en la que arrancan cepas viejas, fue el quien vino a preguntarme si me interesaba rodar ese momento justo cuando yo estaba rodando una escena con Ana y Pio. Les dije: "Vamos a ver cómo es y ya veremos si podemos filmarlo". En cinco minutos, Jean-Marc enseñó a Ana y a Pio cómo se hacía y acabaron arrancando cepas. En cada etapa, ya sea pisando uvas en otoño, o cortando sarmientos en invierno... él era quien se encargaba de explicar a los actores los gestos que debían hacer. ¡Y también la forma de beber! Cómo hacer girar el vino en la copa, cómo olerlo, escupirlo... Jean-Marc fue un asesor técnico que explicaba cómo había que hacer todas esas cosas a los actores, a Santiago y también a mí.


¿ Los actores siguieron algún tipo de formación o aprendizaje antes del rodaje ?
Sí, pero fue muy corta porque llegaron tres días antes del rodaje. Pero hubo un primer día bastante iniciático. Llegaron a las 11 de la mañana, fuimos a comer, y cataron los ocho tipos de Borgoña que había en la mesa. Una forma de "familiarizarse con el paisaje"... A las dos de la tarde estaban completamente borrachos. Pero la cosa continuó porque justo después fuimos a visitar varios viñedos. Hablaron con viticultores que les dejaron catar sus vinos. Así que se pasaron todo el día bebiendo. La jornada terminó con una cena en casa de Jean-Marc Roulot y Alix de Montille. ¡Al final de la noche estaban totalmente catatónicos! Me asusté un poco y me dije: “¿Qué estamos haciendo? ¡Esto es una barbaridad!“
Pero lo cierto es que ese primer día fue muy importante porque supe cómo tenía que filmarlos en la secuencia en la que están borrachos.
Cuando ruedas no puedes beber así que hay que había que fingir ese estado de embriaguez.
Y ese primer día, pude ver lo que les ocurría y tomé nota de muchas cosas... De hecho, la escena de las consonantes se inspira en esa velada.
Por lo tanto, aunque parezca extraño decirlo, fue un ensayo de verdad. Este tipo de momentos forma parte de esta profesión tan extraña. Para nosotros, actores y directores, es parte del trabajo.
Por supuesto, la película también significa el descubrimiento de la Borgoña, en un sentido más amplio. Hablando en serio, no he hecho esta película sólo por la bebida. No se puede hacer esta película sin conocer la Borgoña, es decir, la realidad de los "climats" de Borgoña catalogados como Patrimonio Mundial por la UNESCO Humanidad [un "Climat" es una zona vitivinícola que reúne parcela, variedad y saber hacer] con las personas, los viticultores, los municipios, las parcelas, los grandes vinos, los vinos tempranos, los pueblos... la clasificación de los vinos... Así que los actores debían aprender todo esto. No podían interpretar a los personajes sin conocer algo de todo esto. El periodo de aprendizaje se llevó a cabo durante esos tres días de formación intensiva, pero sobre todo gracias a que el rodaje duró un año. Y a mí me ocurrió lo mismo.
Por ejemplo, yo no sabía en qué consistía el trabajo en un viñedo en invierno o en primavera. El hecho de que se apliquen tratamientos en primavera, que se corten los sarmientos en invierno... esa es la realidad de la viticultura que los actores aprendieron al mismo tiempo que yo.


En lo que se refiere a la embriaguez, cabe preguntarse si la escena de la fiesta que se celebra al final de la vendimia es más un documental que una ficción...
Está entre documental y ficción. Como la vendimia al comienzo de la película. ¡La vendimia es la vendimia! Y dentro de esa realidad rodé escenas en las que se lanzan uvas... ¡aunque está claro que no es la uva de Jean-Marc Roulot! Hay escenas totalmente escenificadas que se mezclan con otras totalmente documentales. Para la Paulée [la fiesta que celebra el final de la vendimia], grabamos la auténtica Paulée desde las ocho de la tarde hasta medianoche. Después nos fuimos y dejamos que la gente disfrutara de su fiesta. Cuatro días después reconstruimos lo que habíamos visto. Muchas de las personas que estuvieron en la auténtica Paulée volvieron a estar con nosotros, salvo que se trataba de una fiesta falsa durante la cual tenían que parar de vez en cuando y en la que bebían zumo de uva en vez de vino. Pero como ya habían vivido el verdadero momento festivo al final de los 10 días de trabajo en los viñedos, supieron reconstruirlo a la perfección. En resumen, es una mezcla muy especial: ficción con grandes dosis de realidad. No todo es ficción ni todo es documental. Esta película es un híbrido de ambos géneros... 


En esta película, has vuelto a cambiar de director de fotografía. Y elegiste a Alexis Kavyrchine, que procede del género del documental... 
De hecho, suelo pedir a los mismos directores de fotografía que trabajen en mis películas, pero no siempre están libres. ¡Así que son ellos los que no repiten! Pero en última instancia, no me importa buscar a otras personas para una película en particular. Natasha Braier era perfecta para rodar en Nueva York. Pero no la veía rodando en Borgoña. Por el contrario, Alexis Kavyrchine está acostumbrado a filmar la naturaleza, el campo, Francia, y como has dicho tiene experiencia en documentales. Era la persona perfecta porque sabe hacer ambas cosas (ficción y documental). Sabe estilizar una imagen, crear una estética -los interiores, la fiesta del final de la vendimia-, y además todas las pequeñas cosas bastante técnicas que exigía esta película, los lapsus de tiempo, las escenas en la que hay que esperar a que cambie la luz... Se fija mucho en la narración y en los actores, pero también sabe improvisar y rodar sin equipo de iluminación. Era muy importante contar con alguien que tuviera esa doble cultura. Compartíamos con Alexis la misma visión, ese deseo de simplicidad, que en el fondo es una falsa simplicidad.
Quisimos mezclar una estética algo asiática en lo que se refiere al encuadre, con imágenes muy elaboradas, con el naturalismo francés y la cercanía con los actores. No fue fácil de combinar estos dos enfoques que a menudo están en conflicto. Al final, como ocurre con el vino, es muy complicado hacer algo sencillo y a la vez "bio”.
En la posproducción también intentamos conseguir esa imagen sencilla y limpia, casi "zen " pero sin ser fríos, descarnados o artificiales. Se necesita gente tremendamente competente como Alexis para lograr ese grado de simplicidad.


Al igual que los viticultores, también cuentas en tu equipo con temporeros fieles que trabajan contigo desde hace mucho tiempo: Cyril Moisson en el sonido, Anne Schotte en el vestuario, Marie Cheminal en los decorados o Antoine Garceau, tu primer ayudante... 
... ¡Qué se convirtió en director! Siempre es agradable estar en familia. Pero me gustan las dos cosas. Por ejemplo, contar con actores con los que me gusta trabajar como Romain Duris o Zinedine Soualem, pero también cambiar, descubrir actores jóvenes. Me gusta esa sensación de descubrir personas. Y eso también se aplica a los técnicos. Son dos placeres que van en paralelo. Me volvería loco si siempre rodara con los mismos actores y los mismos técnicos. Y también me volvería loco si fueran siempre distintos. Anne Schotte (vestuario) o Marie Cheminal (decorados) tuvieron que hacer un esfuerzo cuando conocieron a Alexis en Nuestra vida en la Borgoña y fue muy bonito.
 ( Fuente texto de la entrevista: Avalon Distribución )


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