viernes, 11 de septiembre de 2015

EL VIRUS DEL MIEDO ( 2015 )


VENTURA PONS DIRIGE ESTA HISTORIA DRAMÁTICA QUE SE DESARROLLA EN UNAS INSTALACIONES DEPORTIVAS MUNICIPALES

PRODUCCIÓN: ESPAÑA ( 2015 )
DIRECCIÓN: Ventura Pons
INTÉRPRETES: Roser Batalla, Rubèn de Eguia, Albert Ausellé, Santi Ricart, Diana Gómez, Xavier Pujolràs, Anna Azcona
GÉNERO: Drama
DISTRIBUIDORA: Alfa Pictures
DURACIÓN: 76 minutos


SINOPSIS: 
Cuando los niños de un grupo infantil de natación de la piscina de un polideportivo municipal comienza a nadar sin cinturón, acusan al monitor de dar un beso a uno de los niños, algo que hace que los padres se preocupen y se inquieten. Anna, la directora del club de natación, se enfrenta a un difícil dilema y pide explicaciones a Jordi, el monitor. Las versiones sobre el beso no coinciden. ¿ Se trata de un gesto de afecto para calmar a un niño asustado o detrás se oculta alguna otra cosa ? La sospecha alimenta el miedo, y ésta genera violencia. Hèctor, el otro monitor de la piscina, se desentiende de Jordi y se embarca en una batalla de dudas y temores. No se mete, no se pronuncia. Su silencio es el de la conformidad, el de las mayorías sumisas.
 ( FUENTE: ALFA PICTURES )
 ( FUENTE CARTEL: ALFA PICTURES )

CRÍTICA:
El veterano Ventura Pons dirige una historia dramática, que sucede durante unos días en el interior de las instalaciones de una piscina municipal. El director español casi siempre ha sacado adelante películas de bajo presupuesto y con algún asunto que sucede en Cataluña, su Comunidad Autónoma. Otra vez vuelve a rodar en catalán y hay que reconocer que sus películas, siendo mejorables sobre todo en su calidad técnica, tienen unos guiones bastante decentes y una gran agilidad en los diálogos. Lo mismo sucede en este caso, que está basada en la obra teatral " El principi d’Arquimedes " de Josep Maria Miró , y que tiene como punto de partida una situación que origina una cascada de acontecimientos, de difícil solución y que cuenta con las diferentes opiniones de todos los participantes en ese asunto tan delicado. 


Según van transcurriendo los minutos " casi todo " nos recuerda a la cinta danesa " La caza ( 2012 ) ", aunque por supuesto en la película de Thomas Vinterberg había un desarrollo más amplio y muchos más giros interesantes. Pero cada cosa tiene su medida y en esta película española el presupuesto es ínfimo y no se cuenta con intérpretes como Mads Mikkelsen. La historia mantiene el interés hasta saber cuál es desenlace final, y además hay varios aspectos positivos como ese plano inicial, en donde vemos lo que hacen los protagonistas al empezar el día, y que termina con un plano final de los exteriores del polideportivo que va ascendiendo hasta mostrarnos un plano amplio de ese barrio de Barcelona. La música es bastante plana hasta que llegan los títulos de crédito finales y suena una gran canción pop en catalán. 
 

Jordi ( Rubén de Eguia ) y Héctor ( Albert Ausellé ), los dos monitores de natación, tienen alguna experiencia a nivel teatral, pero no están a la altura de Roser Batalla ( Anna, la directora del centro ). Esta última es la única que está a la altura de los diálogos y éste es el principal problema de la película, ya que un guión tan interesante no cuenta con unos grandes intérpretes masculinos. Caso aparte es la siempre solvente Diana Gómez, que ya demostró ser la mejor de " Las altas presiones ( 2014 ) ", pese a que su personaje era muy secundario. En este caso interpreta a la recepcionista del centro deportivo, y que brilla con luz propia en sus dos escenas en la parte final.
 
 
La historia dura lo necesario, es decir 76 minutos, y no aburre gracias a su gran ritmo. Además hay un giro en la parte final, con una innovación técnica que la hace más atractiva. Pero tiene bastantes defectos con lo que es difícil que la apruebe, pero tiene mucho mérito por su limitado presupuesto.
Recomendable a los que disfrutan con unas historias de orígen teatral y muchos diálogos dramáticos.

SPOILERS:
El espectador tiene claro lo que ha sucedido porque vemos como Jordi besa al niño, y a partir de estonces la incertidumbre es como reaccionarán cada uno de los personajes, tanto el protagonista como los que le rodeen. Me la escena en donde el protagonista se desnuda delante de la directora, después de que ser abofeteado por ésta, y el profesor comenta que " que sucedería si en ese momento entrara Héctor u otra persona, y que pensaría de esa situación ". Las similitudes con " La caza " son por las sospechas de pederastia. 


Otra innovación llega en la parte final, cuando se vuelve hacia atrás para observar el momento en que Anna cuenta lo sucedido a Héctor, ya que anteriormente eso lo desconocíamos al mostrarnos como Jordi está en el servicio borrando sus imágenes de facebook. El final es desolador con los padres en el exterior del edificio tirando piedras a los cristales y en el interior se produce un diálogo interesante en donde se plantea lo que pasaría si llaman a la policía.



LO MEJOR: El giro en la parte final, tanto en la historia como a nivel técnico. La agilidad en los diálogos.
LO PEOR: Algunas actuaciones son muy limitadas. La historia tiene muchas limitaciones por su baja calidad técnica.

CRÍTICAS EN BLOGS Y MEDIOS ESPECIALIZADOS:

José Antonio Alarcón en Séptimo Escenario  4,5 / 10

Pere Vall en Fotogramas  3 / 5 

Carlos Marañón en Cinemanía  2,5 / 5

Alfredo Manteca en Videodromo

Margot Schrödinger en Críticas en 8mm  4 / 10 

Rafael Calderón en Cineralia  2,6 / 5

Alberto Lucchini en Metrópoli  1 / 5 

Jordi Costa en El País  4 / 5

Nota IMDb:

El virus de la por (2015) on IMDb
 
Nota Filmaffinity: 4,8 / 10


NOTAS DEL DIRECTOR:
Cuando, en el verano del 2012, descubrimos en la temporada del Grec El principi d’Arquimedes, el magnífico texto de Josep Maria Miró, en el que basamos estos Cuerpos Flotantes, me llamó la atención que un escritor, hablando del mismo en un periódico, afirmase: “la literatura es metáfora o no es nada”. Para él “la historia plantea un dilema moral y no esconde una reflexión sobre la libertad, en la esfera privada e incluso en la íntima, que dice muchas cosas sobre las concesiones políticas de la sociedad de hoy”. Es un muy buen punto de vista, que comparto, para analizar el significado de la narración.
El centro, la clave de toda la trama no es la sospecha, un tema recurrente que se ha utilizado mucho en la literatura y el cine, La calumnia o Duda son dos ejemplos que me vienen a la cabeza. Lo que hace interesante El virus del miedo, desde el punto de vista que comparto, es que “habla de la mirada, de la transformación social de la mirada, de como unos mismos hechos pueden ser interpretados de manera muy diferente hoy de como eran interpretados ayer. En un mundo cada vez más orgullosamente libre y democrático, donde el acceso a la información igualaría las posibilidades de todos, resulta que la mirada se ha teñido de miedo y detrás de este miedo se ha escapado la libertad real. Se habla de la renuncia a la libertad en favor de una supuesta seguridad. Y de esto, sí que se puede hacer una lectura política. Cuatro miradas adultas que defienden cuatro posturas bien diversas. ¿Qué clase de sociedad deseamos? ¿El miedo de perder la seguridad genera violencia? ¿Cómo una duda sobre una acción cotidiana, aparentemente inocente, que no sabemos si se ha producido, se convierte en una paranoia, en una enfermiza psicosis social? ¿La sospecha ya es la condena? ¿Las nuevas formas de comunicación, las redes sociales, el facebook, muestran su perversidad como propagadoras de información sin verificación posible? ¿Las redes pueden convertirse en letales? ¿Donde nos conducirán los límites de la corrección política?
A más, y este hecho es muy interesante para mi como director, El virus del miedo se propone formalmente como un puzzle, un juego narrativo discontinuo, un ir hacia delante y atrás en un tiempo relativamente breve. Toda la acción pasa en cuatro horas que trastocarán la vida de un chaval sorprendido por una mala interpretación, ¿o no?, de un pequeño momento de afecto. Este juego narrativo con el tiempo, que da la vuelta a la lógica estructural, es un placer que me viene de lejos y que ya lo reconozco en la memoria de algún espectáculo de mi época teatral de hace cuatro décadas, un placer que se puede encontrar en otras historias que me ha gustado explicar huyendo de la linealidad convencional: Caríces, Morir (o No), El perquè de tot plegat… Pero encuentro que en Cuerpos Flotantes la discontinuidad, las pequeñas repeticiones en la concreción de la historia, nos ayudan a ser más precisos en la metáfora.
En El virus del miedo, Jordi, un entrenador de natación de una piscina municipal de una ciudad mediana del área de Barcelona, un chico muy profesional, afable, intuitivo, afectuoso con los niños, intenta quitar el miedo a uno que sufre espantado por el agua. Un miedo que el propio Jordi había tenido de pequeño, pero no todos ven el (supuesto) beso de Jordi de la misma manera. Un beso que traerá cola. Es acusado de abuso, y sufre en pocas horas de una manera traumática un tránsito emocional, brutal, que lo lleva de la inocencia a la sospecha cruel, a la vida vigilada. Y quizás, a la corta, a su propia negación como individuo.
¿Pero los de su entorno, como reaccionan? Anna, la directora del complejo, una mujer de unos cuarenta años, se enfrenta a un difícil dilema. Su experiencia vital muestra de una manera diáfana lo que se ha producido socialmente. Ahora seria imposible – la corrección lo impide – bañarse desnuda como Anna hacía de joven delante de los niños de los campamentos de verano donde trabajaba como monitora. O ver como dos monitores se llevaban a dormir entre ellos a una cría llorosa. Con toda naturalidad, sin ningún impedimento, sin ninguna consecuencia.Los comportamientos sociales han cambiado, en algún momento se acabaron sin que nadie fuera consciente de ello. “Y se acababan porqué se extinguía una posibilidad de relación sin vigilancia, esta manera de hacer que obedece a una existencia monitorizada, controlada por cámaras, ocultas o no, reales o imaginarias, pero siempre en marcha y siempre pendientes de lo que se hace o se deja de hacer”. Este proceso que Anna ha vivido en décadas, Jordi lo experimenta precipitadamente, de manera traumática, en una tarde.
Hèctor, su compañero de trabajo y amigo, se desentiende de él. No se mete, no se pronuncia. Su silencio es el de la conformidad, el de las mayorías sumisas. Y David, uno de los padres que llevan los niños a la piscina, el acusador, representa el miedo que nos envuelve; su obsesión es la seguridad por sobre la libertad, convencido por garantizar la ausencia de sufrimiento y de dolor a su hijo. Es un hombre de certezas y no duda, destierra la posibilidad de la equivocación, no da ninguna oportunidad a la víctima.
Una historia de un humanismo radical. Un hecho intranscendente se convierte en una carga social profunda. Espero que, también en el cine, la historia de El virus del miedo aparezca como una metáfora de nuestros tiempos. ( FUENTE: ALFA PICTURES ) 

TRAILER:




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